Por Yarishdy Mora Torres – Salud Crítica y Coalición ContraPESO
Desde la sociedad civil, observamos con preocupación, levantamos la voz y pedimos la protección de nuestra alimentación tradicional sabiendo que no es suficiente…
Constantemente nos alarma la cantidad de noticias que hacen referencia al crecimiento de la obesidad. Niños, niñas, jóvenes, adultos de ambos sexos, toda nuestra población se encuentra en riesgo y afectada en su mayoría por este problema de salud que con gran facilidad, ocasiona también problemas de articulaciones, aumenta el riesgo de diabetes tipo 2, enfermedad renal, hipertensión arterial, síndrome metabólico, cardiopatías y hasta 13 diferentes tipos de cáncer, por mencionar algunas complicaciones.
Sin embargo, entre todos estos perfiles poblacionales, un grupo llamó mi interés: las mujeres que viven en zonas rurales. La mayoría de estas mujeres se enfrenta día con día, con un mar de dificultades para salir adelante. El simple hecho de alimentar a sus familias es un reto que la pobreza dificulta y las migraciones que se han detonado de las zonas rurales a urbanas, pareciera delegar el cuidado del campo a estas jóvenes y adultas. Aunado a esto, la discriminación, el machismo, la inseguridad, y la falta de acceso a servicios educativos y de salud se convierten en factores que, por mucho, las alejan de una buena calidad de vida.
El hecho de que, estas mujeres que, con anterioridad, trabajaban el campo y se sabían capaces de llevar a cabo métodos de cultivo para auto sustentar las necesidades de sus familias y su comunidad, ahora sean las más propensas a tener obesidad (más del 70% de acuerdo con ENSANUT) nos habla de los daños que ha ocasionado la transición alimentaria en su salud.
Frijol, maíz, nopal, quelites, acelga, jitomate, acelga, calabaza. ¿A caso es justo que nuestras autoridades hayan permitido que se abandonen estos ingredientes para dar paso a la venta de refrescos, botanas de harina, galletas y sopas instantáneas?
Desde la sociedad civil, observamos con preocupación, levantamos la voz y pedimos la protección de nuestra alimentación tradicional sabiendo que no es suficiente y necesitamos de una fuerte voluntad política para catalizar un cambio positivo que se refleje en la vida de estas mujeres.
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